#ElPerúQueQueremos

El corte y la carne

Violencia social diaria

Las pequeñas acciones nuestra de cada día

Publicado: 2013-12-30

Situación  1: en el segundo piso de una pollería ‘ficha’, 4:00 de la tarde, final del torneo local, pocos clientes, varios meseros y empleados almorzando luego del rush de trabajo,  último penal para que Universitario se corone campeón…

Tenía que meterla para que la U salga campeón, no soy tan futbolero, pero los partidos importantes tienen una sensación especial. Otra explicación posible es  siempre buscar excusas para procrastinar.

El ánimo estaba a flor de piel y los goles se habían celebrado a voz en cuello. Todos los que estábamos viendo el partido en ese segundo piso probablemente éramos de la U. De pronto se cruza un hombre joven y con convicción toma el enchufe de la televisión y la desconecta. Totalmente sorprendido veo como este tipo se voltea y a gritos empieza a vociferar:

-¡Qué acaso no saben dónde están estan! ¡este es un espacio público y hay niños en este lugar! ¡quiero saber quién es el que está hablando así!

El silencio se tornó sepulcral y este ‘señor’ estaba con la sangre en el ojo. Varios murmuraban disculpas incómodas, pero a mi me vino una rabia profunda, de esas que hay que controlar ya que en los estados que estaba esta persona hubiese sido pelea a golpes segura. Así que respiré y de manera lo más calma posible le dije:

-Caballero, nadie aquí se ha dado cuenta que habían niños en el local

-(Interrumpiendo) ¡Es responsabilidad de Ustedes saber quién está en el espacio! (¿?)

-(Sintiendo como mi paciencia se agotaba rápidamente) A ver un ratito compadre ¿te das cuenta lo que estas haciendo. El nivel de agresividad que tienes? Te pedimos disculpas si es que algo de lo dicho te ha ofendido a ti o a tu familia, pero no puedes venir a desenchufarle la televisión a un grupo de gente, esa prepotencia es cavernaria.

El pata miraba con rabia, pero el hecho de empezar disculpándome,  que no me haya parado a enfrentarlo o que mi tono era bastante moderado creo que lo hicieron entrar un poco en razón. Cuando paró su argumentación me paré y pasando a su costado me dirigí a la televisión para enchufar nuevamente el partido. Ya el penal definitorio había sido metido y sólo enfocaban las celebraciones del campeón. El pata se fue y Yo me quedé con la rabia encima hasta que logré disiparla.

Más pena me da entender que este pseudo macho que protege a su ‘camada’ de palabras soeces y denigrantes lo único que enseña es la intransigencia y la incapacidad de comunicación. Esta niña aprenderá este modelo y buscará estos machos alfa que la puedan ‘defender’ de la sociedad violenta en la que vivimos reforzando en el proceso justamente aquello de lo que supuestamente se defienden.

Situación 2: me encuentro con una amiga extranjera particularmente bonita y se queda con nosotros tomando unas cervezas. Luego me dice para ir a bailar al Sargento Pimienta.

Las miradas eran carnívoras. Me sentía totalmente observado por todos y cada uno de los flancos; tasado es un mejor adjetivo. No recordaba esa dinámica de cacería que se siente en los bares y discotecas heterosexuales. Escribo y recuerdo como muchas amigas prefieren ir a los bares gay para no sentir el acoso cuasi animal de los hombres.

De pronto un conocido de mi colegio que me cruzo eventualmente por Barranco aparece en la escena. Siempre nos saludamos cordialmente, pero esta vez ni me miró. Se paró al costado nuestro mirando a mi amiga esperando el momento ideal para dar el zarpazo. Sentía esa incomodidad tan típica del miedo, de la rabia contenida y en retrospectiva pienso que debí haberlo saludado en una especie de gesto demarcatorio en esta jungla social. Aunque tal vez hubiese sido invitar al enemigo.

Hizo su jugada cuando me fui al baño. Parece que la conocía de antes y se quedaron una canción conversando. Cuando volví mi incomodidad era marcada, finalmente mi amiga terminó volviendo donde estábamos mi primo y Yo. Alivio.

Bailamos y en el descanso un moreno la invita a bailar. Ella me mira con cara de ‘bueeeno’, pero nuevamente esta sensación de hombres que aprovechan el más mínimo descuido para tirarse encima de la presa. Yo, bien gracias, pintado como un mural decorativo pese a que era claro que habíamos venido juntos. Terminó la canción y ella lo cortó volviendo donde estábamos. Cuando nos íbamos, el pata incluso tuvo la concha de salir y pedirle el teléfono. Ella no se lo dio. 

Yo me pregunto: ¿siempre ha sido la cosa tan agresiva o recién me doy cuenta? Es obvio que en este juego Yo no impongo respeto físico alguno y soy un obstáculo fácilmente pisoteable, pero ¿no habla estas dinámicas de un nivel de educación muy bajo? ¿Así nomás se es tan desconsiderado por los otros, incluso cuando los conocemos?


Escrito por

hipo

Incontinencia verborrágica


Publicado en

La Mania del Hipo

Incontinencia Verborrágica